Estoy temblando, encerrada entre las cuatro paredes del baño. Sentada en el suelo y con la espalda apoyada en la puerta. Nunca creí sentir tanto miedo.
Al otro lado se encuentra la persona que me provoca este estado. Conmigo, la sombra de sus demonios que me atormentan y persiguen constantemente.
Pego el oído en la puerta durante un instante por si le oigo, pero no escucho nada, solo se oye el palpitar de mi corazón. Miro y en mi mano derecha sostengo un cuchillo afiliado. Intercambio la vista constantemente entre el cuchillo y mi brazo izquierdo, fijo la mirada y lo acerco, solo unos pocos milímetros separan mi piel del filo, los mismos que me separan de la libertad.
Decidida apoyo el cuchillo sobre la piel, el deseo de acabar con todo me susurra al oído que corte la finas venas que me unen a la vida. No sufriré, me quedaré dormida sin más y todo acabará pronto. Pero una pizca de cordura me dice que no lo haga, y me dice que debo de resistir.
Dios mío, ¿a quien hago caso?. No puedo más, no me quedan fuerzas y el dolor se me clava como puñales en el pecho. Me ahogo y creo voy a perder la consciencia.
De repente, recuerdo que en el cajón de mi derecha hay somníferos. ¿y si me los tomo?. Pero solo unos cuantos, los suficientes. No sin antes asegurarme de que él no pueda entrar en el baño mientras duermo. Sólo quedan seis pastillas, no son suficientes para parar mi corazón pero si para hacerme dormir durante bastante tiempo, y con suerte, cuando despierte, la necesidad de usar el cuchillo habra desaparecido. En otra ocasion me despediré de todos para siempre, no sin antes escribirles lo mucho que les quiero y pedirles perdón.
Esta circunstancia se dio a lo largo de mucho tiempo en mi vida. Tiempo en el que despertar cada mañana era un suplicio, y en el que cada minuto que pasaba se convertía en una eternidad. Tiempo en el que conocí el verdadero terror.
Por suerte nunca llegué a usar ese cuchillo. Por suerte, hoy estoy viva.
Pude derrotar al demonio, pero fue muy, muy, muy duro. Me robó unos años maravillosos de mi vida. Se quedó para siempre con una parte vital y esencial de mi alma que no volverá jamás. Él me mantuvo muerta en vida. Pero jamás sabrá que me dio otras muchas cosas. Me dio la fuerza suficiente para luchar contra el. Me enseñó a valorar la vida por encima de todo, a ser fuerte y no rendirme. Él sacó a la guerrera que hay en mí.
Afortunadamente todo pasó. Pero con cada noticia que oigo sobre el maltrato, todo lo vivido regresa a mi mente. Pienso en todas las mujeres que están pasando o han pasado por mi situación. Todas las muertes que veo me transportan a aquella época. Desde aquí quiero gritar al mundo, gritar bien fuerte a todas ellas, que llegará el día en el que esto acabe.
Valientes, no os rindáis jamás, luchad con todas vuestras fuerzas y seguid hacia adelante. Será un camino difícil de atravesar pero no tengáis miedo, porque la verdadera amenaza la estáis dejando atrás. Adelante sólo queda la esperanza, la felicidad, y lo más importante, tu nueva vida llena de sonrisas, colores y del amor de las personas que realmente te quieren.
Eres una luchadora y valiente un abrazo de to do Corazón